domingo, 26 de noviembre de 2006

AHÍ EN EL ANILLO PERIFÉRICO

AHÍ EN EL ANILLO PERIFÉRICO



Son las 6:45 a.m., su estómago no posee alimento aún, el traje oscuro que porta le recuerda la rutina que deberá de hacer el día de hoy, igual a la de siempre. Pronto se encontrará con cientos de conductores en la misma posición que él, durante más de una hora, el Licenciado José Antonio Fernández deberá permanecer en su asiento, tratando de mantener los ojos abiertos. La música de su automóvil será su compañera mientras atraviesa esa “vía rápida”, que en los últimos años se ha convertido en vía lenta: El Periférico.

Este personaje vive en la colonia de Arboledas en Tlalnepantla, Estado de México y trabaja en Tlalpan D.F. en el Hospital de Infecciones Respiratorias, el trayecto para llegar a su trabajo le lleva hora y media, y lo mismo de regreso. Si se hacen unas cuantas operaciones matemáticas, al día permanece tres horas sentado frente al volante, a la semana quince, y al mes sesenta o lo que serían tres mil seiscientos minutos o doscientos dieciséis mil segundos.

Al respecto, la Secretaría de Transportes y Vialidad, debería otorgar por trimestre a los conductores del Periférico, un diploma donde constara que han acreditado el curso de “Tolerancia frente al volante con especialidad en control del sueño”. Pero mientras se les ocurre crear dicho curso, el Lic, como muchos otros habitantes de la capital de México, deberá permanecer en los carriles centrales o laterales del Periférico, con un único objetivo: llegar puntualmente a su trabajo.

Durante todo el tiempo que mencionado objetivo representa, José Antonio Fernández, y los demás, realizan diversas actividades mientras las llantas de su vehículo giran entre los 6 y 13 km/h en el tránsito pesado, según el Fideicomiso para el Mejoramiento de las Vías de Comunicación del D.F.

Algunas de las actividades que realizan los conductores van desde las más sencillas como escuchar música o fumar, hasta las complejas como crear una cocina dentro de su transporte. Éstas varían dependiendo la edad, el sexo, la ocupación y el horario que tengan los que necesitan transportarse, sin embargo, todas poseen algo en común: no son propias del lugar ni de la situación (manejar), pero sin ellas sería imposible sobrellevar el tiempo sentado y realizar el cumplimiento de las necesidades básicas como comer.

Mientras se recorren 58.83 kilómetros, distancia de Periférico Norte a Sur, los conductores y pasajeros tanto de transporte público como privado, se van encontrando con distractores como los son los espectaculares.


Algunos no se explican por qué una modelo sonríe y proyecta tanta alegría tan sólo con sostener un yogurt mientras ellos están presionados por el reloj que minuto a minuto hace que incrementen los niveles e índices de estrés en sus cuerpos.

Otros, particularmente hombres, tratan de relajarse y de sentirse bien mientras observan un espectacular que les habla a ellos, una mujer los invita a conocerla al mismo tiempo que los cautiva con una mirada pícara y porta lencería color negro, su nombre: Wonder Bra. Es así como los espectaculares cumplen con su principal objetivo ya que están colocados estratégicamente en un buen lugar, en el que cualquiera puede emplear segundos y hasta minutos en observarlos detenidamente una y otra vez mientras su pie izquierdo pisa profundamente el cluth y el derecho el freno a la espera, o más bien, con la esperanza de que el coche de enfrente avance cuanto antes.

El radio puede llegar a ser como una novia o un novio, es aquella voz que te mantiene despierto tanto a las 6 de la mañana como a las 9 o 10 de la noche, cuando sientes que los párpados se cierran y la cabeza se inclina con facilidad hacia delante. En una hora y media de camino, el conductor puede ir escuchando su horóscopo del día, las noticias más importantes, recetas de cocina, múltiples comerciales, la cartelera del cine, la voz de su locutor preferido, y el colmo de los colmos: el informe vial.

Otro distractor, no tan saludable como el anterior es la amiga y compañera nicotina envuelta en papel. Así es, los cigarros mantienen los ojos abiertos y al inhalar y exhalar el humo, producen tranquilidad. Los que no son adictos se vuelven y los que lo son incrementan su dependencia.

Distinto a los anteriores, pero no menos importantes, se encuentran los héroes que satisfacen el hambre: los vendedores ambulantes, quienes se hacen presentes entre los carriles centrales del Periférico. Ellos portan desde una cafetera en la espalda y gorditas de nata hasta dulces, chicles, y las gloriosas cocas que refrescan el camino.

Y si los conductores no quieren involucrar carteles, música, vendedores ni cigarros, pueden realizar actividades con ellos mismos. Algunos piensan, hablan con su “yo” interno, reflexionan, se recuerdan a sí mismos lo importantes que son, o se cuestionan si cerraron bien la puerta de su casa. Otros, quiero pensar que los que no conducen, hacen la tarea y leen, sin embargo, hay quienes en una mano llevan el volante y en otra la primera plana de La Jornada. Y todavía hay quienes creen o imaginan que un asiento incómodo puede sustituir la suavidad de su colchón y que el tubo de metal del camión se puede utilizar de almohada.

Ahora bien, una vez que haya leído lo anterior, será necesario que se siente cómodamente, que coloque los seguros, que se abroche el cinturón y que se disponga a emprender un recorrido por esta vialidad tan exasperante pero necesaria, con el objetivo de conocer lo que en ella se ve, cómo son los personajes que la utilizan y los verbos que realizan aparte del de manejar, y de saber que un auto puede ser, además de un transporte, un salón de belleza, una cama, una cocina, un café, un restaurante un consultorio psicológico, un espacio informativo, un mirador donde se ve el amanecer y el atardecer en un mismo día y hasta un cine personal.

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